LA ORQUESTA DE CHISINAU (MOLDAVIA) VISITÓ SANLÚCAR

Patrocinado por Unicaja, tuvo lugar el pasado 1 de Julio el anunciado concierto de la Orquesta Sinfónica Estatal de Chisinau (Moldavia), dirigida por el maestro Vladimir Coverda, en el Auditorio de la Merced.

Había mucha expectación por oír a esta grupo sinfónico moldavo que venía realizando una gira extensa y extenuante por Andalucía, contratado por esa entidad financiera tan amiga de patrocinar estas giras de grupos del Este Europeo, recuperando así una tradición que se hizo muy popular en los años 80 y 90 del pasado siglo, pero que después de la caída del Muro de Berlín y el ocaso del imperio comunista oriental ha venido considerablemente a menos. Una tendencia que se ha debido, por una parte, a la emigración de muchos músicos valiosos de estas orquestas y, de otra, al encarecimiento progresivo que estas orquestas han supuesto para las programaciones de las temporadas de conciertos en las salas occidentales, al equiparar sus costos prácticamente a los de las orquestas de los países capitalistas.

La orquesta anunciada, por otra parte, no tenía mucho que ver con la que realmente oímos en La Merced, ya que empezando por el número de músicos (unos 50, frente a los 90 que se anunciaban en el programa de mano) hasta el alarde de música hollywoodense que pudimos oír en la segunda parte (un auténtico monográfico de música norteamericana, en especial del repetitivo John Williams, émulo de Gustav Holst y otros grandes de la música sinfónica), el concierto fue, en líneas generales, ameno y bien interpretado, contando con una sólida y elegante dirección del maestro Coverda, muy atento en todo momento a los mil variados matices que pudimos apreciar durante la hora y media de música que interpretaron los moldavos.

Una ejecución que fue muy jaleada por el público asistente, que llenó las butacas de La Merced (aunque no a rebosar) y que denotó el cansancio en los músicos propio de este tipo de giras que van llevando por multitud de pueblos el mismo programa durante muchos días y que va haciendo mella en el entusiasmo de los intérpretes, que llegan a tocar con verdadera rutina de funcionarios un programa que, en especial en la primera parte (con obras muy populares de Delibes, Kachaturian, Brahms, Prokofiev y Mussorgsky), hubiera merecido algo más de pasión y entrega. Algo bastante difícil si a estas circunstancias unimos el asfixiante calor que hacía en el interior del Auditorio y que estos músicos centroeuropeos sufren mucho más que nosotros.

Entre las secciones orquestales, las trompas estuvieron francamente bien durante la segunda parte, aunque no se pueda decir lo mismo de la primera, en la que, también, por cierto, nos costó tanto oír a los trombones (tampoco pudimos verlos por la falta de gradas para la sección de vientos) que pensamos que no habían venido. Los insistentes aplausos lograron que la cansada formación moldava nos regalara una magistral “Danza Húngara nº 5” de Brahms, tocada con un sentido melódico y rítmico verdaderamente excepcional, como solo lo pueden hacer músicos de esta región europea.

Para cerrar el capítulo de “anécdotas”, señalar que el lugar del concierto anunciado en toda la cartelería y programas de mano era los “Jardines del Palacio Municipal”. Sin embargo, se celebró en la Merced, sin anuncio previo y ocasionando con esto muchos despistes a los espectadores.

Texto y fotografía: © Salvador Daza.